martes, 24 de febrero de 2015

CAPITULO 60 PLUS ¿EL FINAL?


Estoy en la cocina mirando el jardín por la ventana. Las hojas comienzan a amarillear. Paul está en el cuarto de estar, trabajando. Escucha música sumergido en otro mundo, en otro lugar.

En la radio suena una canción. Lleva un mes como número uno en las listas. Escucho por un momento, justo hasta que entra la banda de música y la voz de John se alza sobre el coro. Luego me inclino y apago el transistor.

Tamborileo con los dedos sobre mi barriga y susurro. 

—Es la canción de mami.

Él aún no me oye. Estoy segura de que es un niño. Lo que todavía no sé es a quién se parecerá.










Ahora si es aquí donde acaba esta historia ¿o no? bueno eso creo que estará por verse :D 
En verdad muchas gracias por leer esta historia. :)

Les dejo aquí mis redes por si gustan agregarme :)
¡Cuidense mucho! :D

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CAPITULO 60

Como predije, el juez sentencia a John a pasar seis semanas en una clínica de desintoxicación. La historia sale en toda la prensa y no puedo ir a ningún lugar sin escuchar o ver algo sobre John Lennon.

Se metió en un lío mayor por no respetar los términos de su fianza y salir de la ciudad por un par de días. El juez no fue severo con él gracias a que su padre, precisamente su padre, declaró que había estado muy enfermo y que John acudió a verlo aterrado.

Nadie sabe que fue a mí a quien vino a ver.

No le he dicho a Bess nada de la visita de John. Y no le he dicho a Paul que me besó. Intento no hablar del tema ni pensar en él. Pero lo último es más complicado de lo que parece.

Por la noche, recuerdo sus palabras: «Volveré por ti».

No vendrá por mí. No lo hará. Estaba borracho. Estaba enfadado. Fue una reacción extrema ante una situación que no podía controlar.

«Te quiero...»
No lo decía de verdad.

El trabajo comienza a cansarme. Necesito un nuevo reto, pero aún no sé qué quiero hacer. Todavía no estoy lista para ser la asistente personal de nadie. Y sigo pensando en viajar. Paul se enfada cuando saco el tema.

—De viajar nada.

—¿Por qué no? —pregunto.

—Porque te echaría de menos.

—¡Pues ven conmigo!

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Tengo que trabajar.

Y no miente. Todo el mundo quedo encantado con el nuevo álbum y gracias a la detención de John la mayor parte del trabajo quedo en sus manos.


El día que John sale de la clínica, lo paso pegada a la televisión, como el resto de los mortales.

Lo veo salir del centro con sus gafas de sol como una auténtica estrella del rock. Sube a un coche, que reconozco como el de Davey. Siento un pinchazo mientras contemplo como se aleja.

Paul ha decidido que será mejor charlar con él sobre su experiencia en la clínica por teléfono y no en persona. Con todo lo que ha pasado, todavía es demasiado pronto. Probablemente tenga razón.

Ponen de nuevo las imágenes de John saliendo del centro. Un periodista las comenta como si fuera un experto y supiera por lo que está pasando.

Cruzo los brazos sobre el pecho. Espero que se encuentre bien.

Paul está arriba, viendo las imágenes en su despacho.

Yo necesito paz y tranquilidad para pensar. Suena el teléfono y me sobresalta.

—¿Sí?

—Meg, soy Bess. ¿Lo estás viendo?

—Sí. —Miro de reojo la tele.

—¿Qué tal estás?

—Bien, creo.

—¿Crees que le durará? —pregunta.

—Lo dudo. Volverá a las andadas en poco tiempo.

—Menuda publicidad para su nuevo álbum, ¿eh?

—Desde luego.

Hace semanas que no dejan de reproducir el nuevo sencillo de la banda en la radio. Van a ir directo al número uno.

—Bueno, solo quería comprobar que estás bien —dice Bess.

—Gracias. Lo estoy —le contesto.

Pero conforme pasan los días, me siento cada vez más angustiada.

Paul no para de preguntarme en qué pienso y por qué estoy tan callada y tengo que mentirle y decirle que me duele el estómago, o que tengo la regla, o cosas así. Generalmente se lo suele creer, pero luego tengo que hacerle más cariños para que se quede tranquilo.

¿Quiero que John vuelva a por mí? Soy feliz con Paul. ¿Quiero volver a la contusión de antes?

Pero ya estoy confusa. Siempre estoy confusa. No lo puedo evitar, por lo menos de momento.

Me maquillo todos los días, por si acaso. Soy una idiota, lo sé, pero quiero estar guapa por si vuelve. Para luego decirle que no.

Una tarde llego a casa después del turno de mañana. Tras pasar por las estrechas puertas de la calle saco las llaves, me detengo frente a la puerta y allí está. De pie, en una esquina, a mis espaldas, donde nadie lo puede ver desde la calle.

—¡Mierda! —grito—. ¡Qué susto me has dado!

—¡Shh! —dice, acercándose lentamente—. ¿Puedo pasar?

Me doy cuenta de inmediato de que está sobrio. Yo, bastante aturdida. Pasa detrás de mí.

—Paul no está —digo, mientras lo conduzco hasta la cocina.

—Ya lo sé —contesta—. Lo he llamado antes.

—Oh. ¿Quieres un té, un café? —pregunto, esperando que me pida un whisky en su lugar.

—Un té, gracias.

—¿Entonces ha funcionado?

—¿La desintoxicación? —pregunta—. Sí.

—¿No vas a volver a caer?

—Espero que no —dice—. Pero hay que ir día a día.

Asiento y me doy la vuelta para tomar un par de tazas.

—Gracias —dice cuando le ofrezco su té. Después se dispone a beber, aunque algo indeciso.

Lo observo.

—¿Qué haces aquí, John? —pregunto por fin.

—Te dije que vendría por ti.

El corazón me late tan fuerte que tengo miedo de que me desgarre los tímpanos.

—Ya te lo dije, estoy con Paul.

—Ya lo sé —contesta como si nada. Lo miro frustrada.

—Sabes que jamás funcionaría ¿no?

—¿Por qué no?

—No somos compatibles —le digo—. Lola es más tu tipo. —Y le lanzo una mirada cargada de intención.

—No, no es cierto —contesta.

—¿Qué ha pasado con ella? —no puedo resistirme a preguntar.

—Después de aquella noche, nada más. —Deja la taza sobre la encimera. No sé si creerlo o no. Mi lado más loco lo está deseando.

Pero recuerdo bien aquella noche. Y a todas las mujeres que hubo antes que yo, y las que hubo después. Siempre me preguntaría si me compara con las otras... si estoy a la altura..., no creo que pudiera soportarlo.

¿Y será capaz de ser fiel? Me gustaría creer que sí, que conmigo tendría bastante, pero no lo consigo, y el recuerdo de Lola y de todas las otras chicas sigue fresco en mi memoria. No lo puedo remediar.

—¿Qué quieres? —pregunto de nuevo—. Sé más específico esta vez.

—Quiero que vuelvas a Londres conmigo. —Se cruza de brazos.

—No puedo volver a Londres contigo.

—¿Por qué no?

—¡No quiero volver a ser tu asistente personal! —le contesto, alzando la voz.

—Yo tampoco quiero que seas mi asistente. Tengo una que trabaja muy bien, gracias.

Lo miro sorprendida.
—¿Pues qué quieres entonces?

—Quiero que vuelvas a Londres como mi novia, Meg. Ven a vivir conmigo.

La cabeza se me llena de imágenes. Alfombras rojas, cochazos... Todo lo que una pueda querer.

Salvo Paul. Y yo quiero a Paul.

Es un buen hombre. El tipo de hombre que siempre me ha atraído... al menos hasta que conocí a John. Pero sigo siendo la misma persona que era entonces. A pesar del mundo en el que he vivido, el alcohol, las drogas, el sexo... No he cambiado. Ni tampoco Paul.

Lo quiero. Lo quiero de verdad.

—No puedo. —Me doy la vuelta para mirar a John, decidida.

Asiente.

—Solo quiero que pienses en ello.

De alguna manera sus palabras me tranquilizan, qué extraño. Suspiro.

—Está bien.

—Genial. —Toma su taza de nuevo.

—Pareces cambiado —digo con cautela.

—He cambiado.

—Pero sigue sin importarte quitarle la novia a tu mejor amigo.

—Claro que me importa —contesta sin inmutarse—. Nunca me gustó pero tú fuiste mi chica primero.

Me mira a los ojos con calma. Dios sabrá por qué, estoy muy tranquila

—Me gusta el nuevo sencillo —digo, intentando relajar algo la tensión.

—Gracias. Espero que el siguiente te guste más.

—¿Por qué? —pregunto intrigada.

—Lo escribí para ti. Lo miro incrédula.

—¿Para mí? ¿Cuándo?

—En los Dales. La empecé allí —dice—. La terminé al volver. Es el segundo sencillo del disco nuevo.

Estoy alucinada.

—¿Cuándo sale?

—Dentro de unos meses —dice—. Pero lo podrías escuchar mañana si vienes conmigo a Londres.

—No voy a volver contigo a Londres —le repito—. ¿ Te vas a quedar un rato? —le pregunto mirando mi uniforme—. Me gustaría cambiarme.

—Claro —dice.

Subo al piso de arriba y entro en mi cuarto. No me puedo concentrar. La cabeza me va a explotar.

Saco unos vaqueros y una camiseta del armario. Me estoy poniendo la camiseta cuando oigo un ruido detrás de mí.

—John, ¿qué haces aquí arriba? —exclamo, tapándome el pecho con la camiseta.

—¿No duermes en el cuarto de Paul? —pregunta mirándome incrédulo.

—Sí —contesto—. Pero la ropa la tengo aquí.

Avanza hacia mí.

—No —le digo.

Se acerca, me mira con intensidad.

—No —repito y le pongo una mano en el pecho para que no siga avanzando. Las rodillas me tiemblan.

Da otro paso, y mi mano se hunde en su pecho. Estoy paralizada, casi no puedo respirar. Y entonces me besa.

Ya no tengo fuerza de voluntad. Le devuelvo el beso.

Aparta la camiseta de mí, me acaricia el pecho, pasa las manos por mi espalda... Sus caricias se hacen más urgentes, más apasionadas, y me empuja hacia la cama mientras me besa el cuello. Le desabrocho los pantalones, Paul es alguien lejano. Ahora mismo solo puedo pensar en John.

Soy adicta a él y no hay clínica en el mundo que me pueda curar.

Después permanezco tumbada en la cama, a su lado, una fina película de sudor me cubre el cuerpo. Miro al techo, a la lámpara de cristal verde que Paul me compró hace unas semanas.

Y me siento fatal.

Dios, ¿qué he hecho?

Me levanto y me visto. John se incorpora sobre un codo y mi observa. Yo no quiero ni mirarlo.

—Será mejor que te vayas —le digo una vez vestida.

—Meg... —dice con ternura.

—Tienes que irte —repito con más firmeza—. Paul esta por volver pronto. Se derrumba sobre la cama y me mira entristecido.

—¿Entonces no vienes conmigo a Londres?
Me vuelvo hacia John y niego con la cabeza, lentamente.

—No puedo. No puedo hacerle eso.

—¿Y yo qué? —pregunta.

—¿Y tú qué? Tú estarás bien —le contesto—. Como siempre.

Se levanta de la cama.

—Te doy tres meses —dice mientras se abrocha los vaqueros.

—¿Tres meses? —lo miro perpleja.

—Te esperaré ese tiempo.

Se me forma un nudo en la garganta y lucho por no llorar.

—Pero nada más, Nutmeg. Después se acabó.

—Esta bien —contesto—. Esta bien.

















Y bien chicas hemos llegado al capitulo 60, espero que en verdad les haya gustado esta historia ya que es una de mis favoritas. Como lo dije desde el primer capitulo esta no es una historia original mía, esta es una adaptación de una novela llamada "Johnny Be Good" de mi escritora favorita Paige Toon, aunque la adaptación si es por parte mía :) 
En verdad muchas muchas gracias por leer esta historia hasta el final :') 
PD: Existe una publicación mas :D

sábado, 14 de febrero de 2015

CAPITULO 59

—Te traeré unos Fruity Jewels —promete Paul y luego me besa en los labios.

Son las ocho de la mañana. Esta noche vuela a Londres y yo me voy a trabajar ya. No lo veré antes de irse.

—Saluda a John de mi parte —le digo por encima del hombro, luego me detengo y me doy media vuelta—: Mejor no —decido.

—¿De verdad? —pregunta.

—Sí.

Parece aliviado.
—Hasta la semana que viene —dice.


Bess viene esa misma noche para hacerme compañía y ver una peli de chicas. —¿Qué tal va todo? —pregunta.

—Muy bien —contesto.

—Entonces ¿estan juntos, no?

—Sí —me río—. Duermo todas las noches con él, así que más vale que lo estemos, de lo contrario sería raro.

Ha pasado un mes desde la primera vez que nos acostamos. Y nos va bien. Me gusta mucho.

—Me alegro por ti —dice Bess—. Es un hombre muy guapo. ¿Qué piensa su familia de todo esto? —pregunta. En su momento le conté la odisea en su casa durante la boda de Mike.

—Aún no lo sabe —digo—. Es muy pronto.

—Me parece bien. —Toma un cuenco lleno de palomitas de maíz de la mesita y comienza comer—. Bueno —dice de repente—, ¿entonces has superado lo de John?

—Sí —contesto—. Eso creo.

—Bien. ¿Y qué te parece que lo detuvieran por conducir borracho?

—¿Qué? —me incorporo de un salto.

—Ah, ¿no lo sabías?

—¡No! ¿Qué ha pasado?

—Anoche. Iban en la moto. En los periódicos hay fotos en las que se ve cuando lo obligan a parar.

—No he leído el periódico. Joder, ¿está en la cárcel?

—Según parece ha pagado la fianza.

—Dios. Menudo imbécil.

—Ya te digo. Bueno, ¿pongo la peli ya?

—Claro —contesto, pero tengo la cabeza en otra parte.

Paul me llama desde Londres al día siguiente. Le pregunto por la detención de John.

—Sí, es una faena, la verdad. El productor quiere que hagamos una canción sobre esto.

—¿Y cómo se las van a arreglar? ¿No iban a publicar el álbum dentro de nada?

—Se supone que sí. Pero piensan retrasar un poco la fecha de publicación para pasar el juicio y la posible condena.

—¿Cuándo es el juicio?

—Sus abogados quieren que sea lo antes posible.

—¿Y cómo está John? ¿Está bien?

—Bastante enojado, como te puedes imaginar —dice—. Según él, los polis lo estaban esperando.

—Es muy posible.

—Sí, bueno, ¿y qué cree que va a pasar cuando sale todas las noches y se pone hasta arriba de alcohol y drogas? Está tan mal como en la gira, ya sabes...

—¿Ah, sí? —pregunto y siento una ligera náusea. —Eso me temo. De hecho, voy a cambiar el boleto para volver el miércoles.

Hoy es martes.

—¿Por qué? ¿Ya estás harto?

—Sí.

Siento lástima por John, porque lo van a dejar solo, pero no se lo puedo decir a Paul.

—¿Quieres que me encargue yo de cambiar el boleto?

—No, tranquila. De eso se ocupa la asistente personal de John.

¡Qué sorpresa!

—¿La asistente de John? ¿Ya tiene otra?

—Sí, una danesa. No es muy atractiva. Nada que ver contigo, preciosa.

—Ah —me siento más animada otra vez—. ¿Le has contado ya lo nuestro? — pregunto indecisa.

—Todavía no —contesta—. Pensaba hacerlo esta noche. Si te parece bien.

—Sí —respondo—. Me parece bien.

—Meg —dice.

—¿Sí?

—Te quiero.

Guardo silencio y luego contesto: —Yo también te quiero.

La noche del jueves o en la madrugada del viernes, no estoy muy segura, alguien llama a la puerta de abajo.

Como no dejan de aporrearla, bajo las escaleras y echo un vistazo por la mirilla.

Es John.

Me pego a la pared. ¿Qué está haciendo aquí? Oh, Dios, y yo con el pijama viejo. ¿Qué hago?

—¡Meg, abre la puerta! —susurra casi en voz alta.

Me peino a toda prisa y me froto los ojos. Miro de nuevo el pijama. Uf. Bueno. Voy a abrir la puerta.

Pasa corriendo y va hacia el pasillo.

—¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí? —me asomo asustada, y preguntándome si lo habrán seguido. El cierra la puerta e intenta tomarme las manos.

—Meg, Meg, Meg —dice una y otra vez. Está borracho.

—John, para. ¿Dónde está Paul?

—Meg —gime y me toma de los brazos.

—¡John! ¿Dónde está Paul? —pregunto asustada—. ¿Está bien? — Siento que el pánico crece dentro de mí y comienzo a imaginar que John ha venido a contarme algo terrible.

—¡Está bien, está bien! —Me toma la cara entre sus manos.

—¿Dónde? —pregunto.

—¡En Londres! —grita frustrado.

—¿Y qué haces tú aquí? —le grito igualmente frustrada y bastante confusa.

—Tenía que verte —dice con desesperación. Lo aparto de mí con violencia.

—Así que ya te lo ha contado.

Me mira angustiado.

—Ya lo entiendo. —Estoy muy enfadada—. Ahora que estoy con él si que me quieres. ¿Es eso?

—No..., te echo de menos, Nutmeg.

—Me llamo Meg.

Parece herido.
—No digas eso.

—¿Cómo es que estás aquí antes que Paul? —pregunto. Su vuelo no llega hasta mañana.

—El jet.

Supongo que se refiere a su jet privado.

—Meg, por favor... —Se acerca de nuevo a mí. Alzo una mano para detenerlo.

—¿Es que no le has hecho ya bastante daño?

Parece desconcertado.

—Me quiere, ¿sabes? Me quiere —repito, con la esperanza de que le comprenda.

—Nutmeg... —Me acaricia el cuello con el pulgar.

—¡Que pares! —Le doy un manotazo en la mano—. ¿Por qué haces esto? Soy feliz, John. ¡Me gusta Paul!

—¡Lo sabía! —Prácticamente grita, señalándome—. ¡Has dicho que te gusta!

Doy un paso hacia atrás.

—Le quiero —digo con firmeza.

Niega con la cabeza y se apoya contra la pared del pasillo, frente a mí Apenas nos hemos alejado de la puerta.

—Has dicho que te gusta —repite, esta vez más lentamente—. Pero me quieres a mí.

—¡No! —le contesto—. ¡Quiero a Paul! ¡Tú ni siquiera me caes bien! ¡Te has portado conmigo como un cerdo desde el primer día!

—¡Mientes!

—¡Claro que sí! —grito furiosa y de repente recuerdo que tenemos vecinos.

Tengo que calmarme.

—Vete a casa, John. No voy a pasar por lo mismo otra vez. Estás celoso y estás borracho, y no quiero saber nada de ti.

Baja la cabeza abatido y luego la apoya contra la pared, sin apartar los ojos de mí.

No me mires así, pienso.

—Ingresaré en una clínica para desintoxicarme —dice.

—¿Que harás qué?

—Iré a una clínica a desintoxicarme —repite.

Menuda sorpresa.
—¿Harías eso? ¿Por mí?

Se encoge de hombros.
—Sí.

—Ah, ya entiendo —contesto sarcástica—. Vas a tener que hacerlo de todas formas, ¿verdad? Es el acuerdo al que han llegado tus abogados, ¿no es eso?

Parece incómodo.

—¡Ah! —Lo aparto de un empujón—. ¡Vete, vete, vete!

Me toma de la muñeca.

—Te quiero. —Su voz suena desesperada.

Dejo de luchar y lo miro atónita.

—Por favor..., Meg... —Rodea con sus brazos mi cintura e intenta traerme hacia sí.

Me duele el pecho. No puedo pasar por esto otra vez.

Comienza a besarme y siento que me derrito, como antes.

No.

¡No!

Me aparto y lo empujo de nuevo. Luego abro la puerta.

—Fuera. Quiero a Paul. No me harás daño otra vez. ¡Largo! —grito.

—Volveré por ti —me avisa mientras sale de casa—. Después de desintoxicarme, volveré.

Le cierro la puerta en las narices y corro arriba a llorar.

—¿Dónde está? —pregunta Paul horas más tarde—. ¿Ha estado aquí?

—Sí —contesto—. Pero ya se ha ido —añado rápidamente cuando veo la expresión de su cara—. Le dije que se fuera.

Suelta las maletas en el suelo del cuarto de estar. Yo estoy sentada en el sofá con el pijama todavía puesto. No he tenido ánimos de cambiarme en toda la mañana.

—¿Estás bien? —me pregunta, acercándose a mí.

—Muy bien.

En realidad tengo los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, pero espero que Paul vea solo lo que quiere ver.

—Se volvió loco cuando se lo dije —me cuenta Paul apartando la vista.

—¡Mierda! —exclamo al ver cómo tiene el otro lado de la cara. Está rojo y morado.

—Me dio un puñetazo —me explica y deja escapar una risa de incredulidad.

—¿Te pegó? —No me lo puedo creer.

—Sí.

—Oh, no, pobrecito. —Le toco la cara con cuidado y se estremece. Siento lástima por él.

Me mira a los ojos.

—¿Le dijiste que se fuera?

—Sí —contesto.

Me sonríe con dulzura.

—Ven aquí —le digo. Lo rodeo con mis brazos y oculto la cara en el hueco de su cuello.

Me siento segura otra vez.

















¡Hola de nuevo! Ya se que había dicho que el final lo subiría hoy y lo haré pero deje pasar mas tiempo para subir dos capítulos seguidos :D espero les gusten y en verdad gracias por leer esta historia :D

lunes, 9 de febrero de 2015

CAPITULO 58

No me duele tanto como imaginaba, y, con el tiempo, llega a pasar un día entero sin que piense en él.

Una tarde, a principios de mayo, Paul vuelve a casa después de reunirse con la banda y el productor George Martin.

—Me he encontrado con Jane —dice como si nada mientras apoya un tobillo sobre la rodilla contraria. Estamos sentados en el jardín.

—¿Ah, sí?

—Sí. Y ha sido genial. —Me sonríe—. No sentí nada.

—¡Estupendo! —le digo—. Me alegro por ti. ¿Sigue con aquel Boris?

Se encoge de hombros.

—Ni idea. No le pregunté.

—¿De verdad? Vaya, es impresionante.

—A mí también me lo parece. —Sonríe tranquilo—. Aunque ella me preguntó por ti.

—¿Ah, sí? —abro los ojos como platos—. ¿Y qué le dijiste?

—Que estábamos viviendo juntos.

Me entra la risa.

—No, no en ese plan —me corrige—. Le dije que éramos compañeros de piso.

—Ah, ya entiendo. —contesto mientras noto como me suben los colores.

—Le dije que estabas demasiado enganchada de John Lennon para dar una oportunidad a nadie más.

—¡Anda ya! —Estoy aterrorizada.


—No, es broma —sonríe.

Le pego en el muslo.

—Pero es verdad, ¿sabes? —Me mira.

—¿El qué? ¿Que aún estoy enganchada de John?

—Sí.

—¿Piensas que voy a acabar sola y amargada? —bromeo.

—Sí. —Se ríe con afectación—. Así es como acabarás.

Los dos nos quedamos callados. Después de un rato, suspiro y me levanto.

—Meg...

Me toma de la mano y lo miro sobresaltada.

—¿Qué?

Tira de mí con suavidad para que me vuelva a sentar. Yo lo observo nerviosa.

—¿Qué? —pregunto de nuevo.

Me suelta y se pasa las manos por el pelo oscuro y corto.

—Nada —dice, mirando los tulipanes amarillos del macizo de flores. Parece frustrado.

—Cuéntamelo —digo.

De repente me mira con intensidad y noto sorprendida que el corazón me da un vuelco.

—Te quiero —dice.

—Yo también te quiero —contesto con cautela.

—No, yo te quiero. De verdad. —Sus ojos están fijos en los míos, yo quiero apartar la vista, pero no puedo.

—Meg...

Me acaricia la cintura con las yemas de los dedos. Como no lo detengo, se inclina hacia mí. No me aparto, pero tampoco me acerco. Me besa, lenta y dulcemente.

Me gusta... es dulce... me gusta mucho, quiero desearlo tanto como deseo a John.

John. Jamás funcionará. Tengo que pasar página.

Beso a Paul, con más fuerza, desesperada por sentir la pasión que conocí con su amigo.

Paul es perfecto para mí. Es encantador, es inteligente, maduro, no va a jugar conmigo.

Me gusta mucho.

Pero ¿lo quiero? No.

¿Quiero a John?

¡No pienses en eso ahora!

—Quiero hacerte el amor —dice Paul con la respiración entrecortada.

—Vamos —contesto.

La tierra no se estremece, pero es tierno, cariñoso y después no siento inquietud.

Me abraza y me acaricia el pelo y yo intento no pensar en el hombre que nos unió.

—¿Estás bien? —pregunta.

Alzo la vista y sonrío.
—Sí, ha sido bonito.

—¿Solo «bonito»?

—Muy bonito —contesto.

—¿Repetimos?— Sonríe.

—¿Por qué no?—











Lo se, están en shock al igual que yo ;) pero si es que pueden, por favor, expresenlo en los comentarios, me encantaría saber que piensan de esta ¿hermosa? relación entre Meg y Paul :D
¡Cuidense chicas guapas! ;)

jueves, 5 de febrero de 2015

CAPITULO 57

—¡Eh! —Paul me sonríe cuando entra en la cocina —. ¿Me has echado de menos?

—No —le digo para engañarlo.

La verdad es que sí.

—¿Qué tal todo?

—Bien. Mucho más tranquilo de lo que había pensado. ¿Has salido al jardín? —pregunta sorprendido, al ver los zapatos junto a la puerta.

—Sí. —Intento sonar despreocupada—. John ha estado aquí.

—¿John? —Parece desconcertado.

—Vino a verte. —Le expliqué cómo pensaba que lo habían seguido—. Quería fumar, así que salimos al jardín.

—Qué considerado —dice Paul, y me parece detectar cierto sarcasmo—. ¿Qué quería?

—No lo sé —contesto.

Me mira fijamente.
—¿Estás bien?

—¿Por qué no iba a estarlo? —No quiero parecer que estoy a la defensiva.

Camina por el cuarto de estar.
—¿También se ha tomado un whisky, verdad?

El vaso vacío de John sigue sobre la mesita. No he querido lavarlo.
—No pasa nada, ¿no?

—No. —Suspira y se derrumba sobre el sofá—. ¿Me acercas el teléfono, por favor? Lo voy a llamar.

Le paso el teléfono con toda la indiferencia de la que soy capaz y me marcho a la cocina, aunque en realidad me apetece oír la conversación. Tras unos minutos sin escuchar la voz de Paul, vuelvo al cuarto de estar.

—¿No lo contesta? —pregunto señalando al teléfono.

—Me lleva al contestador —confirma.

—Bueno. Yo voy a mirar mi correo, ¿no te importa, no? ¿O vas a trabajar esta noche?

—No, no, adelante.

Subo las escaleras y me dirijo al despacho. No tengo ninguna carta interesante y tras pasar unos minutos sentada, mirando al espacio y pensando en John, se me ocurre llamar a Bess para contarle lo que ha pasado. Tomo el teléfono y al instante escucho la voz de John al otro lado de la línea.

—¿Por qué no me dijiste que estaba viviendo contigo?

—No pensé que te importase —contesta Paul.

—Pues me importa —dice John.

Aguanto la respiración y sigo escuchando.

—¿Por qué? —pregunta Paul con suspicacia.

—A ti te gusta, ¿verdad? —dice John—. Porque cuando estuviste no sabías hablar de otra cosa... y ahora esto. Has conseguido que se mude a vivir contigo.

—Vete a la mierda. —Ahora Paul sí que parece enojado.

El reloj que está detrás de mí comienza a hacer ruiditos. ¡Mierda!

—¿Qué es eso? —pregunta John.

—No lo sé —contesta Paul.

Con mucho cuidado apago el reloj y cuelgo el teléfono más confundida que nunca.

Más tarde, esa misma noche, después de que Paul se haya acostado, por fin hablo con Bess.

—¿Te dijo algo Paul al respecto? —pregunta.

—No. Y no quise preguntarle nada porque entonces sabría que los estaba escuchando.

—¿De verdad crees que le gustas?

—No lo sé —contesto.

—¿Y a ti te gusta?

—No, creo que no. Aunque bueno, a veces lo miro y me parece muy atractivo, y me pregunto por qué no me gusta... —le explico.

—Bueno, esa me la sé —dice—, por John.

Me tengo que reír.

—¿Qué? —pregunta.

—¿Te puedes creer que yo, precisamente yo, me haya enamorado de John Lennon?

Escucho una risilla del otro lado.

—Sí, tiene su gracia. ¿Recuerdas cómo te tomaba el pelo todo el rato? ¿Y tú lo negabas y lo negabas, y en cambio te morías por tirartelo?

—¡Eh! —río.

—Aún no me puedo creer que te acostaras con John Lennon —dice alucinada—. Es un asco que no lo puedas contar por ahí.

—Tampoco lo haría si pudiera.

—¿Por qué? ¿Porque se convertiría en algo vulgar?

—Pues sí, la verdad. —No quiero que piense que esto es una especie de broma. No es eso. Estamos hablando de mis sentimientos.

—Perdona —dice—. Es que parece irreal.

—No pasa nada.

Durante los siguientes días espero ansiosa a que Paul mencione a John, pero no dice nada. Comienzo a leer los tabloides, todo con la esperanza de leer algo sobre él. Estoy de nuevo obsesionada. Completamente. Y no me gusta. Es como si tuviera que volver a desengancharme.

Los días se convierten en semanas y hay noticias de John en la prensa. Está en Londres y ha vuelto por sus fueros: se emborracha y se tira a las groupies.












¡Hola de nuevo chicas guapas! hahaha digo chicas porque se que muchas de ustedes solo pasan a leer y no comentan pero aun así siguen siendo guapas ;) en fin, aquí les dejo otro capitulo :) ¡POR CIERTO! ha salido un capitulo mas de esta historia! así que ya no serán 3 1/4 hahaha ahora serán 4 1/4 :D ¡Cuidense! y sigan al pendiente que seguiré subiendo caps hasta el 13 o 14 :)

martes, 3 de febrero de 2015

CAPITULO 56

Febrero da paso a marzo, los días son cada vez más largos y yo me integro en la vida de con total normalidad. Me encanta vivir con Paul. Es encantador y tranquilo. Comemos juntos siempre que el trabajo nos lo permite y nos encanta bajar al pub de al lado, sentarnos en una esquina y charlar mientras tomamos un par de tragos. De hecho, con el paso del tiempo, nos hemos convertido en una especie de pareja de novios. Pero sin sexo, claro. Aunque he pensado en ello. Cuanto más lo conozco, más atractivo me parece. Y es un hombre guapo, la clase de chico que siempre me ha gustado. Pero sigo sin quitarme a John de la cabeza.

Incluso todavía evito leer en la prensa sobre él. Y no he visto a Isla en el club desde la ocasión en que me ofreció trabajo. Kitty me dice que ha vuelto a Londres con el corazón roto. Se dice por ahí que pilló a Will con otro hombre. Yo no sé si creérmelo.

Kitty me mantiene al día de todos los cotilleos de Londres. Casi preferiría que no lo hiciera, pero si se lo digo, quizá vuelva a sospechar que hubo algo entre John y yo. Afortunadamente de él casi nunca me habla. Si está con Lola, la prensa no se ha enterado.

Una tarde, estoy sentada viendo la televisión después de trabajar en el turno de mañana cuando alguien llama a la puerta. No solemos tener visitas, pero de vez en cuando aparece alguien para vendernos algo, así que decido no hacer caso. Vuelven a llamar, esta vez con más urgencia. Me levanto, fastidiada ante la interrupción y me acerco a la puerta.

Miro por la mirilla y juro por Dios que el corazón se me para por un momento cuando veo a John allí de pie.

—¡Rápido! ¡Abre! —dice tras la puerta cerrada.

Hago lo que dice. Solo cuando cierro la puerta, John se sobresalta y me mira atónito.

—¿Meg? —Su tono es de incredulidad, como si no creyera lo que ven sus ojos. —Hola, John —contesto rezando para que no me tiemble la voz.

—¿Qué haces aquí? —pregunta.

—Vivo aquí.

—¿Vives aquí? —pregunta boquiabierto—. ¿Con Paul?

—Sí. —Me tengo que reír al ver la cara que pone—. Pero no como pareja, idiota. Como amigos.

—Ah. —Parece visiblemente aliviado. Qué detalle.

—Paul no está en casa —le informo—. Ha ido a visitar a su padre.

—Ya, entiendo. ¿Puedo? —dice señalando la cocina.

—Sí, claro. —Lo conduzco hasta la cocina—. ¿Quieres un té o un café?

—¿Qué más tienes?

Lo miro con tranquilidad.
—¿Qué te apetece? El armario de las bebidas está ahí—señalo.

A Paul no le va a importar que John se sirva. Saco un vaso y le echo un par de hielos. Sé que John elegirá el whisky, y así es como le gusta tomarlo. Le ofrezco el vaso para que se pueda servir la bebida color caramelo.

—Gracias, Nutmeg —dice, como si nada. Yo me sobresalto al oír de nuevo mi mote y él alza la vista. Se le escapó, lo sé porque se nota que a él también le ha resultado raro.

Espera en la esquina de la cocina mientras yo me preparo un té. Estoy nerviosa, pero intento que no se me note. No sé qué decir.

—Me pareció que me estaban siguiendo —dice por fin para explicar por qué llamó a la puerta desesperado.

—¿Quién? ¿La prensa?

—Sí, fotógrafos.

—¿Qué haces en Liverpool? —pregunto.

—He venido a la boda de mi padre.

—¿Se casa ya?

—Aja.

—¿Cuándo? —pregunto mientras lo conduzco hacia los sofás y le quito el sonido a la tele.

—Oye, pensaba salir para fumar un cigarrillo —dice—, ¿me acompañas y hablamos?

Afuera hace frío, así que tomo el abrigo, saco los guantes de los bolsillos y me los pongo. Nos sentamos en el banco al final del jardín y John enciende su cigarrillo. Para mi sorpresa, me ofrece uno.

—¿No fumas, verdad? —pregunta.

—No —digo, apartando el paquete con una mano. Qué raro.

Se lo vuelve a meter en el bolsillo y da una profunda calada con la mirada clavada en la casa. Yo me llevo las rodillas al pecho y las rodeo con mis brazos para mantenerme caliente.

—Bueno, ¿y cuándo es la boda de tu padre? —pregunto de nuevo.

—Fue el fin de semana pasado.

—¿Estuvo bien?

—Fue un poco raro —admite.

—¿En qué sentido?

—Pues... —Me mira y sus ojos hacen que me estremezca—. Me sentí un poco como un mono de feria —dice y echa la ceniza al suelo embarrado del jardín.

—¿Fue una gran boda? 


Se ríe, irónico antes de contestar.

—Sí. Resulta que Shelley, la mujer de mi padre, tiene un montón de amigos... —Por la forma de decir «amigos» me da la sensación de que en realidad no lo son.

—Fueron solo para verte a ti, ¿no?

—Hum —contesta con cierto sarcasmo. Me mira de nuevo. Sigo con los brazos alrededor de las rodillas. —¿Tienes frío?

Asiento. Él da unas palmaditas en el espacio libre junto a él, así que me acerco un poco. Toma el whisky con la otra mano, la del cigarrillo, y me rodea los hombros con el brazo libre. Luego frota con fuerza.

—Uff, Nutmeg, sí que hace frío, ¿eh?

El estómago me da un vuelco y me siento de todo menos cómoda. Intento controlarme.

—¿Entramos? —pregunto. Me vuelvo para mirarlo, pero como estamos tan cerca enseguida tengo que apartar la vista.

—Claro —dice, quita el brazo y apaga el cigarrillo en el suelo.

Tranquila, Meg, tranquila. Me digo a mí misma mientras lidero el camino hacia la casa. Alzo la vista. John está mirando el reflejo de mi cara en el cristal de las puertas francesas y recuerdo la primera vez que lo vi. Abro la puerta.

Nos quitamos los zapatos porque están llenos de barro y entonces John se desvía hacia el armario de las bebidas.

—¿Sigues trabajando en ese club privado? —me pregunta cuando se reúne de nuevo conmigo en el cuarto de estar.

—Sí —contesto.

—¿Entonces no aceptaste la oferta de trabajo de Isla? —pregunta arqueando una ceja.

—No. —Miro el televisor. Sigue sin sonido, pero veo que están echando un reportaje sobre bodas—. Ese se parece al vestido de Vanessa —comento en voz alta.

—¿Vanessa?

—La novia de Mike. Bueno, ahora es su mujer.

—¿Mike? ¡Ah! El hermano de Paul. ¡Mierda! —exclama—. Olvidé mandarle una tarjeta.

—Aún estás a tiempo —sugiero.

—Sí, supongo. ¿No tendrás por ahí su dirección, no?

—Envíasela a casa de sus padres, ¿esa dirección sí la tienes?

—En alguna parte, sí.

—¿Te la apunto?

—Sí, por favor —contesta sonriéndome un tanto avergonzado.

Subo al despacho y vuelvo un minuto después con la dirección escrita en un trozo de papel.

—Gracias —dice, bajando la vista por un momento.

—¿Tienes ya un nuevo asistente personal? —pregunto, convencida de que en ese momento estará pensando en cómo solía ocuparme de todo eso por él.

—No. —Niega con la cabeza.
¡Ja!
—¿Cuándo crees que volverá Paul? —pregunta. Consulto mi reloj.

—No lo sé. Me dijo que iba a llegar a las siete, así que aún tardará una hora o dos.

Se pone en pie, dobla el papel y se lo mete en el bolsillo de atrás.

—Pues entonces me marcho —dice mientras toma los zapatos que ha dejado fuera.

Yo también me levanto y lo acompaño hacia la puerta. —¿Dónde te alojas?

—En el Liver View Apartment.

—Justo al lado de donde trabajo —digo sorprendida.

—Sí.

Nos miramos a los ojos un instante.

—¿Quieres que te pida un taxi? —pregunto incómoda.

Se ríe entre dientes.

—No, gracias, Nu... Meg. Tomaré un taxi en la calle. —Abre la puerta y se asoma.

—¿No hay moros en la costa?

—Parece que no. Hasta luego.

—Adiós.

Observo cómo sube las estrechas escaleras que llevan de la entrada privada de Paul a la calle. Mira a derecha e izquierda y luego a mí, me saluda con la mano y desaparece de mi vista. Cierro la puerta sintiéndome vacía por dentro.








Eso si que es ser valiente, yo me le hubiera lanzado encima y no se que mas hubiera pasado hahaha xD Bueno, gracias por seguir leyendo esta historia, a veces a lo mejor ustedes dirán "Esta mujer ya ni quiere subir los capítulos" pero noo! al contrario, me cuesta subirlos porque ya solo faltan 4 (bueno 3 1/4) hahaha pero no se preocupen aquí estarán :D

PD: El ultimo capitulo se publicara el 13 o el 14 de febrero, ustedes díganme que día y yo lo subo ;) ¡Cuidense!

martes, 20 de enero de 2015

CAPITULO 55

–Puedes besar a la novia...

Todo el mundo rompe a aplaudir de forma espontánea y yo miro a Paul y sonrío. Me encanta ir de boda.

—Lo siento mucho —me susurra al oído poco después, mientras uno de los amigos de Mike lee su discurso.

—¡No te preocupes! Ya te he dicho que no pasa nada.

—Te juro que le dije a Angela que no estábamos juntos, pero es obvio que no me cree.

Me vuelvo a reír. Pobre Paul. Apareció en casa de sus padres esta mañana para descubrir que su madrastra nos había instalado en su antigua habitación. A los dos. Paul me dijo que dormiría en el sofá, pero según parece su tío también va a dormir en casa. Y sus primos suecos. Los cinco.

—Tenía que haber reservado habitación en un hotel —se lamenta.

—Lo intentaste —le consuelo—. Pero si no recuerdo mal, tu madre no quiso ni hablar del tema. ¡No pasa nada! —Le doy un manotazo en la pierna—. Además, tampoco es la primera vez que compartimos cama, ¿recuerdas?

—Cierto —admite.

Me gusta la familia de Paul. Son muy divertidos. Su padre se toma el vino tinto como si estuviera a punto de caducar, tiene la cara tan rosa. Michael es igual. En cuanto a Paul, ahora le comprendo cuando decía que él había salido a su madre, Mary. Ella era una mujer alta y atractiva, con el pelo rizado y negro.

—¿Cómo era la madre de John? —pregunto sin venir a cuento.

—Alta, delgada, pelirroja. Y muy cariñosa y amable.

—¿Crees que su madre estaría decepcionada?

—No. Su madre lo quería muchísimo. Se habría sentido muy orgullosa de su hijo, eso seguro.

—Pues John no piensa lo mismo —comento triste.

—Ya lo sé. —Paul se apoya contra la pared con la mirada perdida en la pista de baile.

—No he pegado ojo en toda la noche con tanto jaleo. ¿Y tú? —pregunta Paul a la mañana siguiente, mientras estamos los dos tumbados en la cama. Su padre y la horda sueca estuvieron bebiendo casi toda la noche en el salón, en el piso de abajo.

—¿Te apetece un té?

—Sí, pero no me atrevo a bajar.

—Seguramente Angela ya estará allí y habrá preparado un suculento desayuno para impresionarte.

—¿De verdad piensa que estamos juntos? —pregunto de nuevo.

—Desde luego. Sobre todo después de esto. —Y señala la cama de matrimonio en la que hemos dormido—. Tú disfruta. Prepara unas tostadas con fruta que son una delicia. Si quiere dar buena impresión seguro que ya las tiene hechas. Venga, vamos.

—¡No puedo bajar en pijama!

—Claro que sí. Estás estupenda. Venga.

Lo sigo a regañadientes.

El aroma a pan recién horneado me acaricia la nariz nada más salir del cuarto de Paul. Lo miro encantada.

—¡Oh!
—Espera a probarlas —dice.
—¡Buenos días! —nos saluda su madrastra. Ella no bebió mucho anoche. En cambio, no hay rastro del padre de Paul—. ¿Te apetece una taza de té, Megan?

—Sí, por favor —contesto.
—Es solo Meg, Angie —le informa Paul.
—Pero tú la llamas Megan —se defiende.
—Es una broma.
—¿Y qué tiene eso de gracioso? —pregunta. 

Paul me mira. 
—La verdad es que poca cosa. ¿Por qué te llamo Megan?
—No lo sé. —Me encojo de hombros.

—Bueno, pues es Meg. Angie, ¿nos preparas unas tostadas con fruta? —Parece un niño. De hecho, me los imagino a los dos, a Johnny y a él de niños, sentados a esa misma mesa.

—Oh, serás... —gruñe su madrastra, pero mete cuatro rebanadas de pan en la tostadora—. Bueno, Megan... Meg —se corrige—, ¿qué haces ahora? Paul dice que ya no trabajas para John, ¿no?

—No. Ahora estoy de camarera en un club privado.

—Hum. ¿Y cómo es trabajar para el pequeño Johnny?

Intento no sonreír ante lo de «pequeño Johnny», porque de pequeño nada.

—Pues está bien —contesto.

—¡Hey, no seas chismosa! —le regaña Paul.

—¿Qué pasa? ¡Me lo puede contar si quiere!

—Pero no quiere, Angie—dice—. No lo dice por educación.

—¿No es verdad, eh, Megan? Digo, Meg.

—Eh, no —contesto.

—Bueno, ¿cuándo se conocieron? —nos pregunta y yo respiro aliviada con el cambio de tema hasta que me doy cuenta de por dónde van los tiros.

Paul pone los ojos en blanco.
—¡Angie! ¡Déjalo ya! Meg y yo no estamos juntos. Resopla.

—Ya, pues a mí me parece que hacen una buena pareja.











Creo que la son muchas personas que insisten en la relacion entre Paul y Meg :D

martes, 6 de enero de 2015

CAPITULO 54

Como lo único que tengo que hacer es meterlo todo en mi descuajaringada maleta y cerrar la cremallera, hago la mudanza en mi siguiente día libre. Bess lamenta que me marche.

—¡No! ¿De verdad te tienes que ir?

—No puedo dormir en el sofá para siempre...

—Claro que sí. De todas formas, también es tu sofá, ¿recuerdas? —lloriquea.

—Bess, quédatelo —le digo generosamente y luego me echo a reír. En realidad lo encontramos tirado en la cuneta hace año y medio. Fue una verdadera ganga.

—Maldito Paul —murmura y luego me abraza con fuerza, y promete ir a verme pronto.

Paul prepara unas fajitas para cenar la noche de mi traslado y me recuerda a Rosa y la comida que me hizo el día que llegué a casa de John.

—¿En qué piensas? —pregunta Paul. Se lo cuento.

—¿Qué crees que dirá John cuando se entere de que ahora vivo contigo? — pregunto.

—No se lo diré si tú no quieres. De todas formas, solo ha estado aquí una vez.

No digo nada. No quiero que Paul sepa que me gustaría que John se enterara de dónde vivo.

Suena el teléfono, así que Paul se levanta para contestar. Se lleva el teléfono al cuarto de estar, luego se tira en el sofá y apoya los pies en la mesita de café. Parece que habla con su "madre".

—Perdona —dice cuando vuelve a la mesa—. Mi madrastra se está volviendo loca con la boda de mi hermano.

—¿Es Mike, verdad?

—Sí.

—¿Y por qué se está volviendo loca?

—Por lo que ocurre con todas las bodas. Hay gente que aún no ha confirmado su asistencia, el pastelero está ilocalizable, el vestido de Vanessa todavía no está listo...

—¿Vanessa?

—La prometida de mi hermano —explica Paul.

—¿Cuándo es la boda?

—Dentro de dos semanas.

—¿Vas a ser el padrino?

—Pues no, fíjate. El muy desgraciado se lo ha pedido a un compañero de la universidad. Y no creo que vaya a cambiar de idea.

—Vaya, ¿te llevaste una decepción?

—Qué va, es un alivio no tener que hacer el discursito, la verdad. Así podré tomar una buena.

Suspira y se recuesta en el respaldo de la silla mientras se frota la tripa.

—Todo estaba muy rico —digo mientras me levanto para quitar la mesa—. Eres un buen cocinero.

—No tan bueno como Rosa —dice, incorporándose—. Pero no se me da mal.

—¿Jane también cocinaba? —pregunto siguiéndole hacia la cocina.

—Sí, pero solo hacía porquerías vegetarianas. Así que tuve que espabilarme — añade en plan melodramático.

—¿Cuánto tiempo vivieron juntos? —pregunto mientras mete los platos en el lavavajillas. Yo, por mi parte, tomo un rollo de plástico y cubro los cuencos de la salsa y la nata amarga.

—Un par de años, más o menos.

Paul gruñe y pone los ojos en blanco.

—Otro tema con el que Ángela se estresa bastante. Que no tenga a quien llevar a la boda de mi hermano.

—¿Es que es obligatorio ir acompañado? —pregunto extrañada.

—Según mi ella, sí.

—Pues yo te acompaño —digo entre risas.
Sus ojos se iluminan.
—¿De verdad?

—Pues... —No esperaba esa reacción—. Sí, claro. 

—¡Es genial! —grita.

—Pero ¿no tendré que fingir que soy tu novia ni nada de eso, verdad?

Se ríe entre dientes.
—No, no te preocupes. Lo que le preocupa a Ángela es cómo sentarnos. Pero le encantará conocerte por fin —añade.

—¿Por fin? —pregunto.

—Ah —dice—, sí, verás, le he hablado de ti. 

—¿Ah, sí? —pregunto encantada—. ¿Por qué?

—Solo le conté que me hiciste compañía en la gira. John no le parece una buena influencia. Nunca le ha perdonado el pequeño detalle de que se tirara a mi novia.

Me muerdo el labio inferior.

—Ya tengo acompañante. ¡Genial! ¡Gracias! —Luego toma un estropajo y lo lleva a la mesa. Lo sigo.

—Vale, pero ahora tengo que comprarme un vestido.

—El que te pusiste en la fiesta del fulano ese de las colinas iría muy bien.

—¿Cuál? ¿El azul?

—Sí. Es muy bonito. —Deja un momento de limpiar la mesa y alza la vista hacia mí.

—Gracias —digo sorprendida—, pero lo que yo quería era una excusa para ir de compras.

Qué lindo es conmigo. Y qué amable y dulce. Lo veo entrar en su moderna cocina y enjuagar el estropajo para después pasarlo por la encimera. Lleva una camiseta negra de manga larga y unos vaqueros azul oscuro, y quizá sea por el color, pero juraría que está más delgado de lo que recordaba.

¿Será verdad lo que dijo Kitty? ¿Es posible que le guste?

Al día siguiente entro al pequeño estudio de Paul pensando en escribir una carta a Kitty. Decidida comienzo a escribir.

—Hola —dice Paul mientras entra en el despacho.

—Perdona, ¿necesitas utilizar el escritorio? —pregunto, levantándome.

—No, no, no te muevas. He venido a por algunos manuscritos. —Toma una pila de hojas de la parte superior de un archivador.

—Vaya. —Abro los ojos como platos—. ¿son canciones? 

—Sí —dice, mirándolo.

—¿La versión final?

—Sí, bueno, casi. Voy a repasarlas por última vez. 

—¡Wow! —exclamo.

—¿Quieres...? —pregunta.

–¿Sí?

—¿Quieres echarles un vistazo? —pregunta indeciso. 

—¡Me encantaría! ¿Estás seguro?

—Pues no, la verdad —admite con media sonrisa—, pero sí, venga, y luego dime qué te parecen.

Tiendo las manos hacia los manuscritos y leo la primera hoja: «Michelle».

—Me gusta el título...

—Gracias. Se me ocurrió de repente

—Bueno —me levanto—, tengo que ir a trabajar. ¿Me dejas que los lea después? —Sostengo en alto las hojas.

—Claro —dice—. Las dejaré en tu cuarto.

Cuando llego a casa es más de medianoche y, como prometió, el montón de hojas está esperándome sobre mi cama. Lo miro mientras me pongo cómoda, y después, agotada, me meto en la cama y tomo las primeras páginas. De momento solo leeré un poco.

Pasan las horas y no puedo dejarlo.

Con el rostro bañado en lágrimas paso la última página y la dejo sobre el resto. Estas canciones han tocado una fibra muy sensible de mi ser y definitivamente no pude evitar pensar en John. Lo echo mucho de menos. ¿Volveré a verlo? ¿Cara a cara? ¿O estoy destinada a leer sobre él en la prensa, como el resto de sus fans? La idea me resulta insoportable. Insoportable.








Lo se, una vez que conoces a Lennon, es muy difícil dejar de pensar en el. ;D y ya que es un día especial, aquí esta el capitulo de hoy! :D gracias por leerlo :)