domingo, 19 de octubre de 2014

CAPITULO 48

Escuchamos a las chicas antes de verlas. John aparece tras una esquina, caminando delante, como si estuviera guiando a las presas hacia su guarida. Las dos chicas lo siguen entre risas, tomadas de la mano. Reconozco a la del biquini, al menos ha tenido la decencia de ponerse algo encima, y su amiga es rubia, delgada y también es muy guapa.

—¿Qué mierda estás haciendo?

Me sobresalto al oír la voz furiosa de Paul. John también. Da media vuelta y nos ve en el sofá, juntos. Su sorpresa inicial pronto da paso al desafío.

—¿A ti que te parece?

Las chicas intercambian miradas, están asustadas.

Paul habla:

—Parece que estas a punto de montártelo con dos chicas y a obligar a tu brillante asistente personal a dejar el trabajo.

John parece contrariado. Me mira.

—¿Se lo has contado?

Antes de que conteste, Paul interviene.

—No hizo falta. La encontré intentando llegar a casa caminando. Salió corriendo después de verte en plan cariñoso con alguna de estas dos, supongo. —Mira a las chicas con desprecio—. No tuvo que decirme nada. Joder, John, ¿es que no has aprendido la lección después de tirarte a Paola?

El corazón me da un vuelco.

—Lo siento, Meg —dice Paul—, pero debes saber de lo que es capaz.

—¡Cierra la puta boca, Paul! —le avisa John furioso.

—No, ni hablar. Era una chica estupenda —me dice—. Podría haber tenido algo especial con ella, pero en cuanto notó que sentía algo, comenzó a joderla, como está haciendo ahora contigo.

—¡Cállate! —dice John, furibundo, acercándose hacia el sofá y señalando a Paul.

Las chicas ahora parecen un poco incómodas. —¿Nos vamos? —pregunta una de ellas.

—¡Sí! —grita Paul.

—¡No! —grita John al mismo tiempo.

Ellas no parecen muy convencidas. Es evidente que el tío ya no resulta tan apetecible.

John tiene la respiración agitada. Sigue señalando a Paul.

—Si no te gusta cómo hago las cosas, te puedes ir a tu puta casa.

—¿Y cómo haces las cosas? Pero ¿tú te estás oyendo, engreído estupido? Pues sí, creo que me voy a ir a mi puta casa, y quizá me lleve a Meg conmigo.

John se ríe, sin ganas.

—Vale, pues largo.

Se da media vuelta y rodea con sus brazos a las dos chicas para conducirlas al piso de arriba.

En cuando John desaparece por la puerta, Paul se acerca y se arrodilla frente a mí. Yo estoy temblando.

—¿Estás bien? —pregunta.

—No, me encuentro mal —le digo en un susurro.

—Ven aquí. —Intenta abrazarme para consolarme, pero me aparto. No quiero que nadie me toque.

—¿Es cierto? ¿Es eso lo que ocurrió con Paola? —pregunto.

Asiente, tenso.

—Me dijo que jamás se había enamorado de nadie —le digo. —Seguramente será cierto. Las vuelve medio locas antes de que eso ocurra.

—¿Y tú crees que está haciendo lo mismo conmigo? —Sueno esperanzada. Quiero que se enamore de mí. En ese momento no pienso que luego lo acabaré perdiendo.

—No lo sé. —Hace una pausa y luego añade—: Meg, ¿por qué no vienes conmigo a casa?

—¡No quiero volver a Liverpool! —grito.

—¡Vale! —dice sorprendido.

Suspiro.

—¿No te irás, verdad?

Medita su respuesta y después de un momento dice: —Sí, me voy. Mañana tomo un vuelo.

—¡No, no te vayas!

—Por supuesto que sí. Quizás así aprenda la lección. En cualquier caso, ya tengo material de sobra. Solo queda redactarlo.

Oigo voces procedentes del cuarto de John y recuerdo lo que está pasando dentro. Por un momento lo había olvidado.

Paul me mira preocupado.

—Si te quedas, vas a sufrir mucho.

—Ya estoy sufriendo, Paul —contesto—. Pero eso... —señalo al piso de arriba— es solo sexo. Va a tener que hacer algo más gordo para apartarme de él.

Se pone de pie y apaga la televisión. Después se vuelve hacia mí y me dice con tristeza:

—Sabía que te quedarías.













Estos personajes están tan locos, ya no se lo que va a pasar hahaha, espero les guste este capitulo. :D ¡Cuidense! :)

CAPITULO 47

No está en la primera habitación en la que miro, ni en la siguiente. Por fin, tras cinco minutos de búsqueda, doy con él. Está repantigado en un sofá y una chica vestida con un biquini está sentada a horcajadas sobre él. John alza la vista hacia la puerta y me ve, pero continúa como si nada. Le toma de las manos y la atrae hacia sí. Le da un azote en el trasero y ella le contesta juguetona con unas palmaditas en el pecho. Luego le pasa una mano por su larga melena oscura y la acerca para darle un beso.

Una nube oscurece mi visión y siento que me voy a desmayar. Me aparto con un nudo en la garganta. Tengo que alejarme de allí. Corro entre la gente, paso por delante de la piscina y junto a un par de estrellas de cine. Sigo avanzando y salgo de la propiedad sin importarme dejar plantados a Paul y Kitty. Los paparazzis se ponen en guardia cuando aparezco, pero enseguida se relajan y se ponen a charlar entre ellos al comprobar que no soy nadie.

Corro por la carretera con el rostro inundado en lágrimas. Iré andando a casa. Estoy segura de recordar el camino.

Pero tras diez minutos comienzo a tener dudas. Todas las calles parecen iguales y durante el viaje en coche no preste mucha atención. Los pies me están matando. Llevo zapatos de tacón y la tentación de quitármelos es enorme, pero entonces reparo en los cactus que crecen a ambos lados de la carretera. Conociéndome, seguro que piso algún pincho o un cristal y acabo magullada y herida, además de llorosa y desesperada.

¿Cómo he acabado así? Me vio allí plantada y la beso de todas formas. Pensaba que yo significaba algo para él. Estos últimos días... ha sido agradable conmigo. Pensaba que me quería. Pensaba que..., ya sé que es una locura, pero llegué a pensar que quizá teníamos un futuro juntos... ¿Cómo has podido ser tan imbécil, Meg? Dios, ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Dónde mierda estoy?

Lloro todavía con más ganas y entonces me doy cuenta de lo boba que soy. Creo que me he perdido. Imagino a un violador o a un asesino agazapado, acechándome, dispuesto a lanzarse a por la chica que avanza sola por la carretera. ¡Que se joda John! Eso es lo primero que me digo, lo segundo es, joder, tengo miedo.

Aparecen unos faros doblando una esquina y yo me aparto e intento esconderme entre unos arbustos. El coche aminora la marcha. Joder, joder, joder, se acabó. ¿Podré correr con estos tacones? A lo mejor no me ve. ¡Ah, han parado!

—¡Meg!

Es Paul

—¡Paul! —grito mientras salgo de entre los arbustos.

Aparece otro coche doblando la esquina. Paul se inclina sobre el asiento del acompañante y me abre la puerta.

—¡Vamos, entra! —Ha parado en un lugar peligroso.

Subo al coche, cierro la puerta y me enjugo las lágrimas. Paul mira por el espejo retrovisor y se aparta de la curva.

—¿Qué ha pasado? —pregunta, mirándome de reojo.

Niego con la cabeza.

—¿Meg?

—No te lo puedo contar. —Tengo la voz ronca de tanto llorar.

Llegamos a casa y lo vuelve a intentar, pero antes busca en el botiquín y me pongo unas tiritas en las ampollas de los pies. Estamos sentados en el sofá del cuarto de estar.

—Es John, ¿verdad? —dice.

No contesto.

—Lo sabía.

—¿Qué sabes?

—El muy hijo de puta no lo pudo evitar, ¿no? —parece enfadado.

Lo miro sin saber muy bien a que se refiere. Yo prefiero guardar silencio, por si las moscas.

—¿Desde cuándo? —quiere saber.

—¿Desde cuándo, qué? —pregunto con cautela.

Me mira impaciente.

—¿Desde cuándo se acuestan?

Muy bien, así que lo sabe.

—Desde los Yorkshire Dales —contesto.

Aparta la mirada de mí y se fija en la televisión apagada.

—Claro. ¿Y esta noche? ¿Qué ha pasado?

—Una chica —contesto entre lágrimas—. En biquini. —La verdad es que lo que llevase puesto no es muy relevante, pero a mí me lo parece.

Asiente, taciturno. Por fin me mira.

—No va a cambiar, ¿sabes?

Extiendo una mano y me toco las tiritas de los pies.

—No cambiará, Meg.

—¡Esta bien, esta bien! —contesto.

Guarda silencio.

Tomo aire y me relajo un poco.

—Vale. ¿Te apetece ver la tele?

—Claro. —Consulta su reloj. Deben de ser más de las doce y probablemente está cansado, pero agradezco su compañía. Sé que no podré pegar ojo hasta que John vuelva a casa.

Paul intenta ahogar sus bostezos durante dos horas, hasta que finalmente oímos que se abre la puerta.













¿Creen que John nunca vaya a cambiar? Pobre Meg y también pobre Paul :S en fin gracias por seguir leyendo, en verdad. :D

CAPITULO 46

La fiesta la da Daniel Steinbeck, uno de los jefazos de la discográfica del grupo. Su mansión está en las colinas, no muy lejos de la cada de John.

Conduce Paul y va bastante rápido. Puedo escuchar los gritos ahogados de John mientras lucho por no reírme.

Cuando llegamos, el lugar está atestado de paparazzis. Los flashes de sus cámaras atraviesan las ventanas del coche y nos alumbran cuando cruzamos las puertas de la residencia privada de Daniel. Tal y como dijo John, desde su casa hay unas vistas increíbles de la ciudad. Además tiene una piscina impresionante. La noche es cálida, así que nos abrimos paso entre la gente guapa para llegar hasta el jardín. La música está alta, pero fuera el estruendo es menor.

John se enciende un cigarrillo y mira alrededor en busca de algún rostro familiar.

—Ahora vuelvo —dice distraído. Se aleja, dejándonos solos a Paul y a mí.

—¡Eh! —digo—. ¡Eh! Es mi amiga Kitty, ¡Kitty! —la llamo.

—¡Meg! —grita desde el otro lado de la piscina—. No sabía que venías.

—Yo tampoco hasta hace un par de horas. —Verla hace que me olvide un poco del hecho de que John nos acaba de dejar plantados.

—¡Ni yo! —Mira a Paul.

—Kitty, ¡este es Paul!

—Hola, encantada de conocerte. —Estrechan las manos. Esta nerviosa, aunque no tanto como cuando habla con John.

Kitty asiente y sonríe.

—¿También ha venido John? —nos pregunta.

—Sí —contesto. Y sería de agradecer que volviera y se uniera a nosotros.

—Charlie también está aquí —me informa.

—Genial —pongo los ojos en blanco.

—¿Quién es Charlie? —susurra Paul en plan conspirador.

—Es la asistente personal de Isla Montagne —explica Kitty.

—Joder, ¿no habrá venido, verdad? —pregunta Paul.

—Sí, ¿por qué? —contesta Kitty.

—Porque hay que evitar que se acerque a John. Está pirada. Se obsesiono con él hace un año, más o menos.

—¿Ah, sí? —A Kitty le encantan los cotilleos.

—Me parece que soy un poco chismoso —dice Paul—. No se lo cuentes a nadie.

Kitty sonríe.

—Tranquilo, no lo haré. De todas formas, yo creo que ya lo ha superado. —Y me mira cuando añade—Se marcha a Liverpool.

—¿Sí? ¿Y qué va a hacer Charlie?

—Ha dimitido.

—¡Anda ya!

—¿Por qué se traslada Isla a Liverpool? —quiere saber Paul.

—Cuéntaselo tú —le digo a Kitty—. Yo tengo que ir al baño. ¡Dale una exclusiva! —Guiño un ojo a Paul y me dirijo hacia la casa.

Dentro hay todavía más gente. Miro alrededor en busca de John, pero no lo veo por ninguna parte. Y ya que estamos, tampoco encuentro el baño. Asomo la cabeza por una puerta, esperando encontrar una de las dos cosas. Cuando me doy media vuelta, me topo de bruces con Charlie.

—¡Ah! —grito.

—Ya me he enterado de lo que hiciste —dice con tono malicioso.

—¿El qué?

—Con John, lo de desintoxicarlo.

—Ah, ya, sí.

—Podrías haberlo matado —me espeta.

La miro alucinada. ¿Qué podría haberlo matado? ¿Pero qué ha oído esta?

—¡Los casos de desintoxicación de alcohol debe tratarlos un profesional!

—Venga ya —le contesto incrédula—. Dejar la bebida nunca ha matado a nadie.

—¿Estás loca? Cuando uno es alcohólico no puede dejar de beber así sin más. Te tienen que ayudar con medicinas.

¿Será verdad? Vaya.

—¿Y eso por qué lo sabes? —pregunto a la defensiva.

—Mi madrastra era alcohólica —me informa.

Me imagino a Charlie de niña, creciendo sin una madre de verdad y teniendo que vivir con una madrastra malvada y alcohólica. Casi siento lástima por ella.

—Ya, pero yo no creo que sea alcohólico. Y, en cualquier caso, ahora está mejor —le digo muy digna.

—Pues a mí no me lo parece...

Asiente con la cabeza. Me doy media vuelta y veo a John dejar un vaso vacío sobre una mesa y darle una palmada en la espalda a un chico con pinta de roquero. Dios. Me vuelvo hacia Charlie.

—¿Sabes dónde están los baños? —le pregunto entristecida.

—Por allí —señala.

—Hasta luego, Charlie —le digo, esperando no volver a encontrarla.

Salgo del baño para ver a John rematar otra copa. ¿Qué hago? ¿Me acerco? ¿Le digo algo? Contemplo desesperada que ha cogido una botella de vodka y que bebe directamente de ella.

No, ya no se puede hacer nada. Está borracho perdido.

Al volver me encuentro con unos sonrientes Kitty y Paul.

—¿Todo bien? —Paul se pone serio cuando ve la expresión de mi cara.

—John está dentro, poniéndose ebrio.

Bajo la cabeza.

—No podemos hacer nada, Meg.

Miro triste en dirección a la mansión.

—Meg —me dice—, tienes que dejarlo estar.

—Tengo que dejarlo estar —contesto irritada.

Kitty parece incómoda ante esta nueva situación.

—Bien —dice Paul de repente—, voy a la barra. ¿Seguimos con cócteles?

—¡Por mí, sí! —contesta Kitty con entusiasmo.

Yo asiento sin muchas ganas.

—¡Es encantador! —suelta Kitty en cuanto Paul se da media vuelta. Siento un retorcijón en el estómago—. ¿Tiene novia? —pregunta.

—No —contesto con brusquedad—. Bueno, en realidad no lo sé. Quizá sí — añado, mirando para otro lado.

—Le gustas mucho —dice.

Me vuelvo hacia ella en el acto.

—¿A qué te refieres? ¿En qué sentido?

—Ya sabes en qué sentido...

—¿Por qué lo dices? —pregunto, noto tensión en el estómago, pero no me resulta desagradable.

—Por cómo habla de ti.

—¿Ah sí? —No me lo creo—. ¿Qué te ha contado?

—Nada, me ha hablado de la gira y todo eso. De cómo a los dos les gusta el mismo cereal para niños... —Sonríe.

Paul vuelve, luchando para que no se le caigan las copas.

—¡Rápido! ¡Tomen esto! —Kitty y yo le obedecemos entre risas. Luego me pongo seria.

—Me parece increíble que le hayas contado lo de nuestra adicción por los Fruity Jewels.

Él también adopta un semblante circunspecto.

—He pensado que lo mejor es afrontar el problema, Meg. Es la única forma de superarlo.

—Pero yo no estoy preparada para dejarlo todavía, Paul. Es demasiado pronto.

Me toma de un brazo y me mira a los ojos.

—Lo sé. Pero todo saldrá bien.

Kitty se ríe y me mira con descaro. Yo le lanzo una mirada de reproche y después me fijo en John, que está al otro lado de la piscina observándonos con expresión fría. Me había olvidado de él por un momento. Por señas le pregunto cómo está.

Paul me mira a mí y luego a John justo cuando camina de nuevo hacia la casa. Entonces me vengo abajo.

Después de aquello no consigo divertirme, y sé que estoy deprimiendo a los demás. Es muy difícil la compostura cuando no tengo ningún control sobre lo que hace John. Digo a los demás que me apetece dar un paseo. Estoy segura de que Paul sabe que voy a buscar a John.













Paul y Meg, que tal ehh hahaha espero les guste el cap, ya saben que los comentarios me encantan :P y gracias por seguir leyendo. :)

CAPITULO 45

—¿Dónde estuviste tanto tiempo? —intento que no se me note el enfado, pero me parece que no lo estoy consiguiendo.

Oí a John volver a casa a las tres de la mañana. No vino a mi habitación como esperaba, pero tampoco trajo a nadie a casa, así que por lo menos pude dormir un poco.

—Por ahí, ya sabes —contesta mientras abre un armario y saca un vaso que luego llena de zumo de manzana.

Estamos en la cocina. Es sábado por la tarde y se acaba de levantar. Paul está en el estudio, trabajando.

—¿Estuviste con Lola? —pregunto como quien no quiere la cosa.

—Claro.

No digo nada, abro la nevera y miro en su interior sin el menor interés. Luego la vuelvo a cerrar.

John se apoya contra la encimera y me mira.

—¿No estás celosa, verdad?

—¡No! —exclamo.

—Bien. —Deja el vaso medio lleno en el fregadero y sale de la cocina.

Me bebo el zumo que ha dejado y, por falta de algo mejor que hacer, lavo el vaso en lugar de meterlo en el lavavajillas. Consulto el reloj de la cocina. Casi la una y media. Debería preguntarle a Paul si quiere comer algo. Seguro que tiene hambre.

Camino hacia el estudio, pero me detengo ante la puerta cuando me doy cuenta de que John está dentro con él.

—¿Te lo pasaste bien anoche, eh? —oigo que dice Paul.

—Sí, genial.

—¿Conseguiste hacértelo con Lola, no?

John se ríe entre dientes.

—No, todavía no.

—Tranquilo —contesta Paul divertido—, ya verás cómo acabará sucumbiendo a tus encantos. Todas lo hacen.

Me aparto de la puerta sintiéndome como si alguien me hubiera pegado un puñetazo en el estómago. Me tambaleo en mis zapatos de plataforma y casi me caigo al suelo. Se me escapa un grito.

—¡Meg! —John aparece en la puerta, sorprendido de verme—. No sabía que estabas ahí. ¿Estás bien? —pregunta preocupado.

—Sí, muy bien —contesto apresuradamente intentando no cojear—. Iba a preguntarles si querían algo para almorzar.
—¿Almorzar? —dice Paul—. ¿Qué hay? —Aparece en la puerta, detrás de John—. ¿Qué te ocurre? —pregunta cuando me ve la cara—. Estás pálida como el papel.

—No es nada —contesto—. Hum... —Me estremezco e intento recuperar la compostura—. Creo que hay pollo con verduras y Rosa también ha dejado un poco de sopa.

—¿Sopa de qué? —pregunta Paul.

—Hum... de verdura, creo. —Miro a John.

—¿Hay pan? —pregunta Paul.

—¿Qué? Pan, sí, pan. Sí, hay pan.

Paul se ríe.

—Hoy no estás muy fina, ¿eh, Megan?

John se rasca la barbilla.

—Voy a alentar la sopa. —Doy media vuelta y me dirijo a la cocina.

—¿Qué le ocurre? —oigo que pregunta Paul. No consigo escuchar la respuesta de John.


—Bueno, ¿y cuándo empieza la fiesta? —pregunta Paul a John poco después, cuando estamos todos en la cocina.

¿Fiesta? ¿Qué fiesta?

—Saldremos de aquí a eso de las nueve —contesta John. —¿Te apuntas? —me pregunta Paul.

—¿Qué fiesta es esa?

—La de no sé qué ejecutivo de la discográfica, ¿verdad, John? Irán muchos famosos. Estará genial.

—Ah, ya sé a cuál te refieres. —Miro a John, pero nada en su expresión me indica si le importa o no que me una.

—¿Tienes otros planes? —pregunta Paul viendo que dudo.

—No...

—Pues entonces te vienes —dice Paul con naturalidad—. Necesito a alguien que me haga compañía mientas este se dedica a ligar con las invitadas.

Miro a John entornando los ojos. A la mierda. —Esta bien. —contesto—. Voy.














Uno mas :D espero les guste, aun falta un poco para el final, pero ya no mucho :S ¡Cuidense!

jueves, 9 de octubre de 2014

CAPITULO 44

—Tomaré un whisky doble. ¿Qué quieren ustedes dos? ¿Una botella de champán?

Paul y yo nos miramos preocupados.

—¿Qué? —exclama John—. ¿Cuándo he dicho yo que fuera a dejar de beber para siempre?

Es una pregunta retórica así que no le hago ni caso y contesto:

—Me apetece champán.

—¿Por qué se fueron de Scarborough? —pregunta Paul. Estamos poniéndole al día sobre lo que ocurrió desde la última vez que nos vimos. Supongo que será mejor obviar la parte en la que nos acostamos...

John comienza a contar la historia, pero no puedo evitar intervenir y dar mi versión de los hechos. La camarera llega con nuestras bebidas.

—El muy cabrón no me dejó fumar, así que lo mandé a la mierda —dice John, tomando el vaso antes de que la camarera lo deposite sobre la mesa. Se lo bebe de un trago—. Otro, por favor —le dice al tiempo que deja el vaso vacío sobre la bandeja—. Dejen de mirarme así.

—¡John!

—Hola, hombre, ¿qué tal estás? —La expresión de John se transforma cuando reconoce a quien nos ha interrumpido. Creo que lo vi en la fiesta del estreno de Amber.

—Genial. ¡Cuánto tiempo! Oye, ¿vas a ir al concierto de Spooky Girls después?

¡Mierda!

—No. No sabía que tocaban hoy.

—Sí, hombre, en el Whisky. ¡Vente! Lola dijo que estabas en la lista de invitados.

Contengo la respiración.

—Pues iré, claro.

Joder.

—Eh, Laurence —continúa John—. Ya conoces a mi amigo Paul, y esta es Meg, mi asistente personal.

Laurence se inclina hacia la mesa y estrecha la mano de Paul y luego la mía.

—Pueden venir ustedes también, cuantos más seamos, mejor.

El Whisky sigue como siempre, oscuro y deslucido. Varias personas han reconocido a John y Paul, pero los dejan en paz. Esta gente es demasiado genial para quedarse mirando a nadie, por muy famoso que sea.

Contemplo con envidia cómo Lola camina por el escenario como una supermodelo, mientras canta con un estilo pop. Lleva un vestido dorado de cintura alta y unas medias negras. Hay que tener muy buen cuerpo para lucir algo así, y ella lo tiene. Me siento estúpida, vestida con mis vaqueros ajustados y el top negro.

Observo a John. No le quita ojo. Miro más allá y veo a Paul, sonriéndome. Le devuelvo la sonrisa, pero me siento fatal. Quiero irme a casa. Y quiero que John venga conmigo.

Cuando Paul se acerca a la barra, me vuelvo hacia John. —¿Le vas a contar a Paul lo nuestro?

—¡No! —me mira aterrorizado.

—¿Por qué no?

—No es asunto suyo.

Tras los tragos, adopto una postura más alegre y risueña. —¿Llamo a Davey para que nos recoja?

John niega con la cabeza.

—No. Me voy a pasar a saludarlas. ¿Están bien los dos aquí?

—Claro —contesta Paul, pero su amigo ya está caminado hacia la puerta que lleva al escenario. Llena de angustia, lo veo alejarse.

—¿Contenta de haber vuelto a Londres? —Paul se gira hacia mí—. ¿Meg? ¿Hola?

—¿Qué?

Repite la pregunta.

—Sí, muy contenta. —Y lo estaría mucho más si consiguiera relajarme un poco.

—Supongo que debió de ser duro cuidar de John en los Dales, ¿verdad?

—No fue tan terrible —contesto distraída. ¿Adónde ha ido? ¿Estará con Lola?

Recuerdo lo que dijo hace unos días: “Sabes que para mí tú eres especial, ¿verdad?”. Ahora busco consuelo en esas palabras.

Tras media hora de charla en la barra, Paul dice:

—No sé si este va a volver, ya me entiendes —bromea y pone los ojos en blanco. La verdad es que yo no le veo la gracia por ninguna parte—. ¿Le mando un mensaje para asegurarnos? —pregunta.

—Sí, buena idea. —Por unos momentos habla con un mesero, pidiéndole que le entregue un mensaje a John. Después continúa hablando.

—¿Lo habrá recibido? —pregunto.

Paul pregunta de nuevo para comprobar.

—No, así que...

No puedo concentrarme. Le pido que pregunte otra vez tras un rato, John sigue sin responder. Odio lo insegura que me hace sentir.

Paul bosteza.

—No sé, yo creo que deberíamos marcharnos.

—No, hum —tartamudeo—. Mejor no. Creo que deberíamos esperarlo.

—Ya es mayorcito, se las arregla muy bien solo. —Paul me sonríe y deja su vaso vacío sobre la barra.

—No, yo creo que... Quizá piense que Davey viene a recogerlo.

—Pues le diremos que venga a por él —dice, encogiéndose de hombros. —Hum —me balanceo en el sitio. ¿Qué carajos me pasa?

—¿Estás bien, Meg? Esta noche pareces un poco nerviosa.

—¡No! ¡Estoy fenomenal! —le aseguro enseguida—. Bueno, seguro que tienes cansancio y ... —Pues sí.

—Vámonos, venga. —Echo otra mirada desesperada a la puerta que da al escenario y sigo a Paul fuera del local.











Hola de nuevo, aquí esta el nuevo cap, de vez en cuando me doy un respiro entre los examenes y que mejor que publicando un cap y ademas en el cumpleaños de Johnny :D espero les guste. ¡Cuidense! :)

miércoles, 8 de octubre de 2014

CAPITULO 43

No quiero asustarlo, así que intento actuar con la mayor normalidad posible.

—¿Sabes algo de Paul? —le pregunto cuando entro el estudio el lunes para mostrarle un par de cartas de fans medio locas.

—¡Esta es buenísima! —exclama mientras lee la carta de una mujer de treinta y cinco años que asegura ser capaz de cantar su álbum de debut hacia atrás. También dice que le encantaría hacerle una demostración, en persona.

—Que venga —me dice.

—¿De verdad? —pregunto sorprendida.

—Es broma, Nutmeg. Esto es para pedir una orden de alejamiento —bromea mientras me pasa la carta—. Y sí.

—¿Sí qué? ¡Ah! ¡Paul! ¿Has hablado con él? —pregunto. —Sí. Hace un par de días. Vendrá a finales de semana. —¡Genial! —sonrío.

John me mira intrigado.

—¿Qué? —pregunto.

—Nada. —toma su guitarra.

—¿Qué tal va todo? —Y señalo el instrumento con la cabeza.

—Bien —contesta al tiempo que comienza a tocar.

—Suena genial —comento y entonces recuerdo cuando al poco de llegar no me gustaba nada de su música.

Interrumpe la música y deja la guitarra a un lado, mientras yo temo haber metido la pata otra vez.

—Aún no está terminada —me dice mientras toma la taza de café que le acabo de traer.

Qué alivio.

—Bueno, voy a seguir con lo mío. —Y me dirijo hacia la puerta.

—Nutmeg.

Me doy la vuelta y lo miro expectante, mientras deja la taza. —Ven aquí —dice, haciéndome señas con el índice.

Lo miro sin saber qué hacer.


—Que vengas —repite, recostándose en su silla giratoria.

Camino hacia él. Me toma de la mano y tira de mí hacia su regazo. Suspiro.

—¿Te apetece uno rapidito?




—¡Eh! —grita Paul al entrar en el despacho para saludarme cuando llega el viernes. Yo me levanto y rodeo el escritorio para abrazarlo.

—¿Cómo estás?

—¡Bien! —le sonrío. John aparece detrás de él y me guiña un ojo.

—¿Cómo te trata? —pregunta Paul, señalando a su amigo—. ¿Te ha dado mucho la lata?

—No —niego con la cabeza y me sonrojo. Paul me mira divertido.

—Bueno, ¿y esta noche a dónde vamos? —pregunta Paul volviéndose a John.

—¿No estas cansado? —le pregunto sorprendida.

—Sí, pero como me va a obligar a salir de todas formas... Ya me he hecho a la idea.

John se encoge de hombros.

—Pues no sé. Al Mint Room, por ejemplo. ¿Quieres ir a la piscina? —le pregunta a Paul.

Paul asiente y lo sigue mientras yo llamo al Mint Room.

Se comportan como siempre. Me encanta cómo los hombres pasan por encima de sus rencillas así tan facilmente.

Mi obsesión con el correo de las fans ha empeorado esta semana. Ayer vi un mensaje en de la chica asiática, Nika, en el que le preguntaba a Johnny si quería quedar con ella otra vez. Lo borré y luego se me ocurrió que habría sido más inteligente contestar al mensaje en nombre de John y decirle que no estaba interesado.

Aparece otro mensaje, es una invitación para que John vaya al concierto de esta noche de Spooky Girls. Muevo mecánicamente el dedo hacia el botón de borrar. Ya me deshice de otro mensaje de las dichosas Spooky Girls esta misma semana, pero esta vez me detengo. ¿Y si Lola le pregunta a John la próxima vez que lo vea? Hum. En ese caso alegaré que se me olvidó mencionárselo.

Consulto mi correo y tropiezo con un mensaje de Bess:

“Eh, ¿qué tal estas?”

Qué concisa. Debería contestar, pero tengo tanto que contarle... que no puedo contarle...

Le escribo:

“Bien.”

Me siento tentada a dejarlo así. Bueno, ella también ha sido breve ¿no? Pero me apetece reírme un poco y sigo:

“De hecho, ha sido fantástico. John y yo no paramos, parecemos dos conejos. Es el mejor sexo que he echado nunca. Mejor incluso de lo que imaginas.”

Me río entre dientes y rompo la hoja.

Tomo una nueva y comienzo a escribir:

“Todo va bien. Estoy de vuelta en Los Ángeles, después de la escapada. Me alegré mucho de verte en Londres y de conocer a Serena.”

Qué mentira.

“La próxima vez tenemos que salir por ahí las tres. Estaría genial.” Trola, trola, cuánta trola.

“¿Y tú qué tal estás? ¿Lo pasaste bien en el concierto de Liverpool? Lamento haberme marchado así, pero seguramente ya habrás oído lo que sucedió. Bueno, tengo que seguir trabajando...”

Bostezo y termino la carta, después me recuesto en la silla, aburrida.

Entonces recuerdo a Bess cantando en mi fiesta de despedida y, antes de darme cuenta, se me ha formado un nudo en la garganta. ¿Cómo he podido distanciarme tanto y tan rápido de mi mejor amiga? Y no solo de Bess. Apenas mantengo el contacto con nadie más.

Recuerdo cuando comencé a trabajar para John. La ilusión que me hacía mandarle una foto de su torso desnudo en la piscina... Lo gracioso que me parecía imaginar los chillidos que daría al verla... Y también lo mucho que insistió en venir a visitarme. Sin embargo, y siendo sincera, eso nunca me lo planteé en serio. No habría funcionado.













Perdonen la demora, pero los exámenes me están matando. Pero aquí esta un nuevo capitulo :D espero lo disfruten. Gracias por seguir leyendo :)
PD: De aquí al viernes, publicare un capitulo diario. :)