—¿Qué mierda estás haciendo?
Me sobresalto al oír la voz furiosa de Paul. John también. Da media vuelta y nos ve en el sofá, juntos. Su sorpresa inicial pronto da paso al desafío.
—¿A ti que te parece?
Las chicas intercambian miradas, están asustadas.
Paul habla:
—Parece que estas a punto de montártelo con dos chicas y a obligar a tu brillante asistente personal a dejar el trabajo.
John parece contrariado. Me mira.
—¿Se lo has contado?
Antes de que conteste, Paul interviene.
—No hizo falta. La encontré intentando llegar a casa caminando. Salió corriendo después de verte en plan cariñoso con alguna de estas dos, supongo. —Mira a las chicas con desprecio—. No tuvo que decirme nada. Joder, John, ¿es que no has aprendido la lección después de tirarte a Paola?
El corazón me da un vuelco.
—Lo siento, Meg —dice Paul—, pero debes saber de lo que es capaz.
—¡Cierra la puta boca, Paul! —le avisa John furioso.
—No, ni hablar. Era una chica estupenda —me dice—. Podría haber tenido algo especial con ella, pero en cuanto notó que sentía algo, comenzó a joderla, como está haciendo ahora contigo.
—¡Cállate! —dice John, furibundo, acercándose hacia el sofá y señalando a Paul.
Las chicas ahora parecen un poco incómodas. —¿Nos vamos? —pregunta una de ellas.
—¡Sí! —grita Paul.
—¡No! —grita John al mismo tiempo.
Ellas no parecen muy convencidas. Es evidente que el tío ya no resulta tan apetecible.
John tiene la respiración agitada. Sigue señalando a Paul.
—Si no te gusta cómo hago las cosas, te puedes ir a tu puta casa.
—¿Y cómo haces las cosas? Pero ¿tú te estás oyendo, engreído estupido? Pues sí, creo que me voy a ir a mi puta casa, y quizá me lleve a Meg conmigo.
John se ríe, sin ganas.
—Vale, pues largo.
Se da media vuelta y rodea con sus brazos a las dos chicas para conducirlas al piso de arriba.
En cuando John desaparece por la puerta, Paul se acerca y se arrodilla frente a mí. Yo estoy temblando.
—¿Estás bien? —pregunta.
—No, me encuentro mal —le digo en un susurro.
—Ven aquí. —Intenta abrazarme para consolarme, pero me aparto. No quiero que nadie me toque.
—¿Es cierto? ¿Es eso lo que ocurrió con Paola? —pregunto.
Asiente, tenso.
—Me dijo que jamás se había enamorado de nadie —le digo. —Seguramente será cierto. Las vuelve medio locas antes de que eso ocurra.
—¿Y tú crees que está haciendo lo mismo conmigo? —Sueno esperanzada. Quiero que se enamore de mí. En ese momento no pienso que luego lo acabaré perdiendo.
—No lo sé. —Hace una pausa y luego añade—: Meg, ¿por qué no vienes conmigo a casa?
—¡No quiero volver a Liverpool! —grito.
—¡Vale! —dice sorprendido.
Suspiro.
—¿No te irás, verdad?
Medita su respuesta y después de un momento dice: —Sí, me voy. Mañana tomo un vuelo.
—¡No, no te vayas!
—Por supuesto que sí. Quizás así aprenda la lección. En cualquier caso, ya tengo material de sobra. Solo queda redactarlo.
Oigo voces procedentes del cuarto de John y recuerdo lo que está pasando dentro. Por un momento lo había olvidado.
Paul me mira preocupado.
—Si te quedas, vas a sufrir mucho.
—Ya estoy sufriendo, Paul —contesto—. Pero eso... —señalo al piso de arriba— es solo sexo. Va a tener que hacer algo más gordo para apartarme de él.
Se pone de pie y apaga la televisión. Después se vuelve hacia mí y me dice con tristeza:
—Sabía que te quedarías.
—No, ni hablar. Era una chica estupenda —me dice—. Podría haber tenido algo especial con ella, pero en cuanto notó que sentía algo, comenzó a joderla, como está haciendo ahora contigo.
—¡Cállate! —dice John, furibundo, acercándose hacia el sofá y señalando a Paul.
Las chicas ahora parecen un poco incómodas. —¿Nos vamos? —pregunta una de ellas.
—¡Sí! —grita Paul.
—¡No! —grita John al mismo tiempo.
Ellas no parecen muy convencidas. Es evidente que el tío ya no resulta tan apetecible.
John tiene la respiración agitada. Sigue señalando a Paul.
—Si no te gusta cómo hago las cosas, te puedes ir a tu puta casa.
—¿Y cómo haces las cosas? Pero ¿tú te estás oyendo, engreído estupido? Pues sí, creo que me voy a ir a mi puta casa, y quizá me lleve a Meg conmigo.
John se ríe, sin ganas.
—Vale, pues largo.
Se da media vuelta y rodea con sus brazos a las dos chicas para conducirlas al piso de arriba.
En cuando John desaparece por la puerta, Paul se acerca y se arrodilla frente a mí. Yo estoy temblando.
—¿Estás bien? —pregunta.
—No, me encuentro mal —le digo en un susurro.
—Ven aquí. —Intenta abrazarme para consolarme, pero me aparto. No quiero que nadie me toque.
—¿Es cierto? ¿Es eso lo que ocurrió con Paola? —pregunto.
Asiente, tenso.
—Me dijo que jamás se había enamorado de nadie —le digo. —Seguramente será cierto. Las vuelve medio locas antes de que eso ocurra.
—¿Y tú crees que está haciendo lo mismo conmigo? —Sueno esperanzada. Quiero que se enamore de mí. En ese momento no pienso que luego lo acabaré perdiendo.
—No lo sé. —Hace una pausa y luego añade—: Meg, ¿por qué no vienes conmigo a casa?
—¡No quiero volver a Liverpool! —grito.
—¡Vale! —dice sorprendido.
Suspiro.
—¿No te irás, verdad?
Medita su respuesta y después de un momento dice: —Sí, me voy. Mañana tomo un vuelo.
—¡No, no te vayas!
—Por supuesto que sí. Quizás así aprenda la lección. En cualquier caso, ya tengo material de sobra. Solo queda redactarlo.
Oigo voces procedentes del cuarto de John y recuerdo lo que está pasando dentro. Por un momento lo había olvidado.
Paul me mira preocupado.
—Si te quedas, vas a sufrir mucho.
—Ya estoy sufriendo, Paul —contesto—. Pero eso... —señalo al piso de arriba— es solo sexo. Va a tener que hacer algo más gordo para apartarme de él.
Se pone de pie y apaga la televisión. Después se vuelve hacia mí y me dice con tristeza:
—Sabía que te quedarías.
Estos personajes están tan locos, ya no se lo que va a pasar hahaha, espero les guste este capitulo. :D ¡Cuidense! :)